lunes, 31 de diciembre de 2007

Quechualla, más allá del abismo

En Quechualla no hay casa que no tenga huerto ni huerto que no tenga vid. El pueblo, al fondo del cañón, está hecho de piedra y de barro. Un camino de herradura con enormes desfiladeros por el cual hay que transitar a pie durante 9 horas lo separa del pueblo de Cotahuasi, capital de la provincia de La Unión, en Arequipa.
En la ruta hacia el Pacífico, el río Cotahuasi serpentea entre quebradas y montañas, nutriéndose de riachuelos que bajan de las cumbres, entre los cuales aparecen pequeños valles en donde el hombre andino labra la tierra para recibir de la naturaleza los frutos más codiciados.
En uno de estos se asienta Quechualla, prodigioso territorio de la uva y del vino. Su aislamiento es una ventaja. Aquí la huella del hombre casi no vulnera el equilibrio ecológico. A pie o en mula, el viajero aprecia a lo largo de la ruta los más espectaculares caprichos de la naturaleza como la catarata de Sipia, el desfiladero de Huancaruna, el frondoso valle de Chaupo, el bosque de cactus gigantes, o los frutales de Velinga si el caminante se desvía 45 minutos de la ruta principal para ascender hacia este anexo en donde las lúcumas y las papayas lucen sus mejores cualidades desde los huertos a la vera de callejuelas empedradas.
  El cañón se estrecha en el sector de Niñopaccha. Un precario puente une las dos inmensas paredes de roca sobre unos 50 metros del Cotahuasi, peligroso paso obligado en donde el viento después del mediodía es el mejor aliado de la muerte. Más abajo, la ruta toma el nivel del río y continúa por la ribera derecha. En este sector abundan los patos silvestres, cuyas habilidades acuáticas animan al visitante.
Tras varias horas de caminata, luego de atravesar una abandonada ciudadela de muros y andenes incas, y de sobrepasar el puente colgante de Secocha (de igual nombre al pueblo que se encuentra a un día y medio de camino aguas abajo, ya cerca del valle de Ocoña, en la costa), aparece Quechualla colgado de la ladera izquierda del cañón de Cotahuasi, muy cerca del río. Un último tramo por un camino arenoso en el llano y sinuoso en el ascenso nos lleva a la calle principal en medio de un frondoso bosque de naranjos.
En este pueblo no hay luz eléctrica pero si mucha energía para producir los vinos más apetecidos de todo Cotahuasi. La treinta familias que aquí habitan tienen viñedos y plantaciones de árboles frutales y se dedican también a la ganadería. Como otros pueblos de La Unión, aquí la principal virtud de sus habitantes es la sabiduría de llevarse bastante bien con la madre naturaleza.